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Ciclo del agua


El agua toma diferentes formas en la Tierra: vapor y nubes en el cielo, olas y témpanos de hielo flotante en el mar, glaciares en las montañas, acuíferos en el suelo, por nombrar algunos. A través de la evaporación, precipitación y escorrentía el agua se encuentra en continuo movimiento, fluyendo de una forma a otra en lo que es llamado el ciclo del agua.

Debido a la gran importancia de la precipitación para la agricultura y la humanidad en general, recibe diferentes nombres en sus diferentes formas: mientras que la lluvia es común en la mayoría de los países del mundo, otros fenómenos resultan sorprendentes al verlos por primera vez: granizo, nieve, neblina o rocío por ejemplo. Cuando se iluminan, las gotas de agua en el aire pueden refractar los colores del arco iris.

De manera similar, la escorrentía ha jugado un papel importante en la historia: los ríos y la irrigación acarrean el agua necesaria para la agricultura. Los ríos y los mares ofrecen oportunidades para el viaje y el comercio. Por la erosión, la escorrentía tuvo un papel importante en el moldeo del entorno, formando valles que proveen de tierra rica y suelo nivelado para el establecimiento de lugares poblados.

El agua también se infiltra en el suelo hasta los acuíferos. Esta agua subterránea fluye después hasta la superficie en bocas de agua y pozos naturales, o más espectacularmente en géiseres. Este agua también se puede extraer artificialmente con norias y manantiales.

Porque el agua puede contener muchas sustancias diferentes, puede saber u oler de formas distintas. De hecho, el desarrollo de los sentidos permite evaluar la potabilidad del agua.

El calentamiento funde los glaciares del Pirineo

La vertiente española de los Pirineos ya sólo conserva 206 hectáreas de glaciares y son las únicas que quedan en el país, según los últimos datos del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino.

A comienzos del siglo XX, los Pirineos albergaban alrededor de 3.300 hectáreas de glaciares, pero en la actualidad éstos únicamente cubren 390 hectáreas. De esta extensión, unas 206 hectáreas corresponden a España, y constituyen los únicos glaciares activos que persisten en la Península Ibérica.

Según una nueva publicación del Programa de Estudios de Recursos Hídricos Procedentes de la Innivación (Erhin) del Ministerio, estos aparatos glaciares, junto con un pequeño núcleo residual que se conserva en los Apeninos (el glaciar del Calderone), constituyen las reservas de hielo más meridionales de Europa.

Sus antecedentes más lejanos se encuentran en las grandes glaciaciones cuaternarias que, a lo largo del Pleistoceno (era que abarca desde hace 2 millones de años hasta hace 10.000 años), afectaron a amplias zonas del planeta, incluyendo distintas áreas montañosas de la Península Ibérica.

El último de estos periodos, denominado de forma general ‘Würm’, generó potentes mantos de hielo en el caso de la vertiente española del Pirineo. Éstos cubrieron las zonas más elevadas de la cordillera y emitieron poderosas lenguas glaciares, que en algunos casos alcanzaron hasta 40 kilómetros de longitud y tres de anchura.

Los responsables del programa Erhin del Ministerio alertan de que, “de no variar la actual tendencia regresiva” que afecta al total de áreas glaciares, este siglo (”quizá dentro de algunas décadas”) se vivirá “la total o casi total extinción de las últimas reservas de hielo del Pirineo español” y, por tanto, “una importante modificación del actual paisaje de alta montaña”.

No es la primera vez que se alerta sobre esta alarmante situación. El pasado mes de septiembre, una investigación española advirtió que, si la tendencia actual no cambia, los glaciares pirenaicos desaparecerán antes de 2050 por culpa del aumento progresivo de la temperatura (0,9º desde 1890 hasta hoy).

El investigador jefe del estudio y profesor en la Universidad de Cantabria, Juan José González Trueba, alertó que “las altas montañas son espacios especialmente sensibles a los cambios climáticos y ambientales, y dentro de ellas, la evolución de los glaciares es uno de los indicadores más eficientes que evidencia el calentamiento global que estamos viviendo”.

El agua en la naturaleza


El agua se reparte en la corteza terrestre en el 97 % en mares y océanos y el 3 % en agua dulce. El agua salada sirve de medio para la vida marina y participa en el ciclo térmico de regulación de la temperatura de la Tierra. El agua dulce es la fuente de agua para el consumo humano y se reparte así:

Reparto del agua:
• 97% Océanos.
• 3% Agua dulce, de los cuales:

o 75% Hielos, glaciares.
o 24% Acuíferos.
o 0.03% Ríos.
o 0.06% Humedad del suelo.
o 0.3% Lagos.
o 0.035% Vapor.
El agua pura útil forma parte de los ríos, lagos y acuíferos. El resto está como agua salada constituyendo los océanos en forma de disolución salina que la hace no útil para la actividad humana. A pesar de la gran cantidad de agua, escasea el agua pura o útil para el hombre. La desalinización del agua salada se ha planteado como solución a esta escasez. Algunos procesos de desalinización son, por ejemplo, la destilación, la ósmosis inversa y la nanofiltración; todos ellos procesos muy eficaces para pequeños caudales y muy poco para grandes caudales.

En un principio, en la sociedad agrícola, el hombre gastaba muy poco agua ya que su uso era exclusivamente agrícola (cultivos y ganados), no bebían agua por falta de higiene y tampoco estaba extendido el aseo personal. Esta sociedad no era muy contaminante pues en el ciclo del agua los residuos quedaban integrados en el ciclo.



Fuente: Todoquimica.tk